martes, 29 de junio de 2010

Encarceladas, las mujeres entran a ellas mismas. Adentro se encuentran con otras mujeres y se ponen a hablar de lo que hablan afuera. Cambian las cosas de lugar, abren las ventanas de arriba y buscan qué hacer.

Libres, los hombres salen a jugar, gritan y no escuchan nada, corren escapándose y persiguiendo y lo entienden todo al revés si una mujer les trata de explicar.

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