martes, 29 de junio de 2010

Encarceladas, las mujeres entran a ellas mismas. Adentro se encuentran con otras mujeres y se ponen a hablar de lo que hablan afuera. Cambian las cosas de lugar, abren las ventanas de arriba y buscan qué hacer.

Libres, los hombres salen a jugar, gritan y no escuchan nada, corren escapándose y persiguiendo y lo entienden todo al revés si una mujer les trata de explicar.

miércoles, 23 de junio de 2010

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¿Cómo podrías saber tú que todo está en desorden?
Si abro las manos en este momento desataría antepasados, animales negros y destinos que nadie quisiera saber. Si me haces el bien deberías hacerme el mal, enterrar agujas en mi almohada antes de irte a dormir, no olvides que, antes de nacer y de saber contar, aprendimos lo mismo, tú al derecho y yo al revés.

domingo, 6 de junio de 2010

Ayer

No podemos ver nada, las mujeres están sueltas por el corredor, se meten al patio, algo están haciendo. Me están llamando, están descalzas haciendo ruidos pisando las baldosas quebradas. No toques la campana que te empieza el dolor de cabeza y te pones a maldecirme. Tus pactos con el demonio no me interesan porque sé, muy bien, que en el balcón se sientan a esperar tu sonido para poder entrar. Y los peces muertos! Enterrados en las materas, en los baldes de las goteras, en la cena. ¿Quién puso animales en la mesa? Los libros huelen a incienso, la biblia se está cerrando sola por las noches, los cuadros, las cruces, los espejos se quedan pegados a la pared, las calientan, a todos nos da fiebre y hablamos la tarde entera de los días: Ayer, el veinticinco, a las seis, cuando todo estaba apagado y las cortinas se cobijaban después de haber salido el sol. Hoy quisieras salir y no puedes, suéltate las manos de la espalda tú mismo y no me mires con esos ojos que, si te lo tengo que explicar otra vez, si me lo pides, te lleno la cara de sal. Yo mismo me amarro las muñecas, me meto al último cajón y me encierro. Cuando terminen de contar y me busquen me van a encontrar sentado afuera, comiendo en el patio, durmiendo otra siesta de jueves, con carne en las manos, deseando soñar al revés.