
Eleonora, Santa, no te piques lo ojos.
Abre las ventanas y deja entrar la madera y los rayos del sol; ve y recuesta la cama al lado del árbol del patio que ya casi son las cuatro.
Eleonora, Santa, la tarde de hoy la piensas con tus males suaves y no has dormido nada, mírate nada más, acuéstate en la siesta que te traemos, siempre, Eleonora, porque te queremos mucho y queremos tu voz de azúcar blanca pura, pura pura...